La ciudad que vibra, ahora pintada en Talavera

Aquí mezclamos tradición poblana con ritmo chilango. Arte hecho a mano, con el caos bonito, los colores y la esencia de México.

De la calle pa’l taller.

La Colección Chilanga es un homenaje al México urbano, sus antojitos, sus monumentos, sus personajes, sus colores y toda esa vibra que hace a la ciudad única.

Aquí, lo cotidiano se vuelve arte.

Y lo urbano, tradición.

Tomamos íconos que todos reconocen; desde una combi o un ajolote, hasta un taco o un monumento.

y los reinterpretamos con técnicas de Talavera que llevan mas de 200 años en nuestro país.

Talavera con flow

de microbús tuneado

PIEZAS ICÓNICAS

Son esculturas únicas, llenas de personalidad, diseñadas para ser protagonistas:

¡Ajolotes, piñatas de burrito, piñatas de picos y majestuosos tibores que llevan plasmada la cultura chilanga con iconos cotidianos y representativos!

Tradición poblana + actitud chilanga = magia.

Estas piezas son expresivas, coleccionables y perfectas para quienes aman el diseño mexicano contemporáneo.

AJOLOTE

El ajolote es, sin duda, uno de los habitantes más sorprendentes y queridos del México chilango. Nativo de la región lacustre donde hoy vibra la Ciudad de México, este pequeño compa acuático carga con siglos de historia, leyenda y un buen de identidad capitalina. No por nada es uno de los símbolos más fuertes de la Meseta de Anáhuac: peculiar, resistente, inteligente y con una sonrisa que ya es marca registrada.

Pero detrás de su ternura hay una realidad seria: el ajolote está en peligro crítico de extinción. La pérdida de su hábitat, el cambio climático y hasta el consumo humano han reducido drásticamente su presencia en estado silvestre. Aun así, sigue siendo un animal extraordinario que la ciencia no deja de estudiar. Su capacidad de regenerar ¡todo! —desde extremidades hasta partes del cerebro— lo convierte prácticamente en un superhéroe del agua.

Dato chilango: su genoma es 10 veces más grande que el humano. O sea, nivel “ahorita no joven”, pero en científico.

Y por supuesto, su historia no estaría completa sin la leyenda mexica. Cuentan que Xólotl, hermano de Quetzalcóatl, fue perseguido para ser sacrificado y mantener vivo al Quinto Sol. Pero Xólotl —muy chilango él— decidió que no, que gracias, y se transformó en maíz, en maguey, en perro y, finalmente, en ajolote para escapar sumergiéndose en el lago de Texcoco. Así nació este símbolo de resistencia, transformación y ganas de vivir a pesar de todo.

AJOLOTE

El ajolote es quizá el animal endémico mexicano más sorprendente que existe. Además de ser un poblador exclusivo de la región lacustre del centro del país, donde se extiende hoy la mancha urbana de la Ciudad de México, su leyenda está vinculada a la cosmogonía de los aztecas y a la identidad de los habitantes de la así llamada Meseta de Anáhuac.

El ajolote es una especie en peligro crítico de extinción, la destrucción de su hábitat, el cambio climático y el consumo humano, han disminuido el número de ejemplares en estado silvestre a pesar de los más recientes esfuerzos por salvar a esta extraordinaria especie. Una de las características más asombrosas es su capacidad de regenerar tejidos de todo tipo desde extremidades, hasta la médula o incluso el cerebro. El genoma del ajolote es el segundo más largo del reino animal, con 32 000 millones de pares de bases. Es 10 veces más largo que el genoma humano. Estas peculiaridades lo han convertido en una de las especies con mayor número de investigaciones en curso con un potencial científico incuantificable en el terreno de la genética, las enfermedades degenerativas y el envejecimiento.

La leyenda mexica del ajolote cuenta que el dios Xolotl, hermano mellizo de Quetzalcoatl, dios de la muerte, el relámpago y el fuego debía ser sacrificado para que los astros y la humanidad pudieran sobrevivir en la era del Quinto Sol. Pero Xolotl tuvo miedo y huyó, transformándose para no ser descubierto por Ehécatl quien lo perseguía para que cumpliera los designios divinos. Xolotl se convirtió, en maíz, en maguey, en perro y finalmente en un ajolote y se sumergió para siempre en las aguas del lago de Texcoco desafiando el destino impuesto por el resto de los dioses. La figura del ajolote representa así la voluntad de vivir y escapar a la muerte, también la capacidad infinita de transformación y perfeccionamiento. Usar al ajolote como una presea para una carrera en la Ciudad de México no puede ser más perfecto, además de su aspecto siempre sonriente ganarse un ajolote es el premio a la velocidad y la destreza: solo uno de los pilotos de NASCAR, huyendo simbólicamente de Ehécatl, será capaz de subir al primer lugar del pódium y reclamar su premio por escapar a la muerte, como un dios en el reino de los vivos.